La política como vocación.

La política como vocación (en alemán Politik als Beruf) es un ensayo del economista y sociólogo alemán Max Weber, considerado como una obra clásica en sociología y ciencia política. Publicado en 1919, contiene la teoría weberiana del «monopolio de la violencia».

El ensayo recoge y amplía la segunda de dos conferencias (la primera fue La ciencia como vocación) que Weber pronunció en Múnich ante la Libre Unión de los Estudiantes de Baviera el 28 de enero de 1919, en el contexto de la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, cuando Múnich era capital de la breve República Soviética de Baviera.

En su conferencia, Weber se apoyó en notas manuscritas, que luego serían transcritas por un taquígrafo. El ensayo fue publicado como una versión extendida en julio de 1919, traduciéndose al inglés sólo después de la Segunda Guerra Mundial. Su publicación en francés por Julien Freund en 1959, precedida por un largo prefacio de Raymond Aron, hizo mucho para la recepción en Francia del autor.

La definición clásica de Weber del Estado como una entidad que tiene un monopolio sobre el uso del poder legítimo coercitivo en un territorio determinado se puede encontrar al principio de La política como vocación. La política, en cambio, la define como la búsqueda del poder sobre el Estado.

El Estado es la única fuente del «derecho» a la violencia. Por lo tanto, política significaría pues, para nosotros, la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de hombres que lo componen.

Siguiendo esta definición, Weber nota que hay tres principios que justifican la legitimidad de la dominación política del Estado: la «legitimidad tradicional», la «autoridad carismática», y la «legitimidad basada en la legalidad».

Un punto principal es que el político necesita compaginar una «ética de convicción moral» con una «ética de responsabilidad»: la «ética de convicción moral» se refiere a las creencias internas inquebrantables que un político debe sostener, mientras que la «ética de responsabilidad» se refiere a la necesidad diaria de usar los medios de la violencia de Estado de modo que se preserve la paz para un bien mayor. Según Weber, un político debe hacer compromisos entre las dos éticas.

Así pues, Weber puntualiza que «la política está hecha con la cabeza, no con otras partes del cuerpo, ni con el alma».

El político más efectivo es aquel que puede excitar las emociones de la gente que lo sigue, mientras gobierna estrictamente con una razón dura y fría en la cabeza. Pero esta es una tarea normal que los humanos no pueden hacer, porque son vanos.

Weber escribe que la vanidad crea problemas únicos para los políticos porque ellos de hecho controlan las herramientas de violencia legítima. La vanidad común, según Weber, significa que los políticos están tentados de tomar decisiones basadas en ataduras emocionales con sus seguidores y aduladores, y no en el razonamiento racional necesitado para gobernar justa y efectivamente. Weber encuentra que esta es una característica común entre políticos. Como un resultado de ello, Weber afirma que el peligro de la política está enraizado en la relación de un político a los medios de violencia que son intrínsecos para el Estado, que serán malversados por cualquier político vano. Esta es la razón por la cual Weber enfatiza que la práctica de la política es muy difícil, y no una tarea para cualquiera que busca la salvación, para su alma eterna a través de la práctica de la paz y la hermandad. Al desarrollar estos puntos, Weber hace referencia a la doctrina de los dos reinos de Martin Lutero, y a los Upanishads hindúes sagrados.

Weber culmina su reflexión mediante una nota algo optimista, cuando escribe: «¡Sólo la persona que está segura de no desesperar cuando el mundo, desde su punto de vista, es de mente simple y debilitado para aceptar lo que sea que se tenga que ofrecer, y sólo la persona que sea capaz de decir ¡A pesar de todo! tiene el llamado para la profesión de la política!»

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